La Cofradía hoy

En nuestros días la Cofradía del Santo Cristo y de San Vicente Ferrer se circunscribe más bien al ámbito religioso. En lo antiguo estas hermandades cumplían también funciones caritativas y convivenciales, siempre en un alto grado de implicación religiosa, como se comportaba el mundo antiguo. Comidas de vecindad, bailes, ceremonias, procesiones, rogativas, romerías, bandera en ristre. Las Fiestas Mayores de la villa siguen aún en gran parte como las configuró en el pasado la Cofradía de San Vicente Ferrer, dueña de gigantes y cabezudos, de fuegos de artificio, de músicos y alegrías según iban las cosechas, pues era esta cofradía la que pagaba enteramente las fiestas. El Ribagorzano en su número 36, publicaba una semblanza de mosén Lorenzo Gambón, capellán perpetuo que había sido de la cofradía, entusiasta pirotécnico y, como hombre de buen humor, un perseverante restaurador de cabezas y caretas y organizador de la Mojiganga. Falleció en 1842. En otro artículo aseguraba su descendiente Marcelino Gambón Plana, el periodista, que entre los papeles del difunto apareció copia del sermón de San Vicente en que ofrecía el crucifijo a la villa, y una cumplida crónica de las fiestas patronales de 1731, siendo alcalde Alifonso Bruballa, y año en que se corrió por primera vez un toro en la plaza, el “bou del Santo Cristo”, cuya carne se distribuyó entre los cofrades a precio tasado para gastos de fiesta.

El dance de Graus, antiquísimo aunque con escenografía y música en parte modernas, conserva aún rasgos de danza pastoril, con sus repatanes y mayorales, de soldadescas de anchas cintas de color cruzadas en el pecho, al modo de los siglos XVI y XVII, con sus bastones y espadas, pero también de sus orígenes litúrgicos en las sayas. Antonio Beltrán explora las semejanzas del dance grausino con el de otras localidades, y hace notar los parecidos del ritmo y letra de la Cardelina de Graus con aires de Sariñena, Almudévar, Pallaruelo de Monegros o de Camporrells.

Ricardo del Arco comentaba la reforma y modernización del dance gradense llevado a cabo por Vicente Mur en 1876, sobre todo en cuanto al ritmo de la polka, entonces en boga, y a la adaptación del “mayo” al dance, con sus cruces y descruces de cintas, su canastilla engalanada, saludos y evoluciones. Todo lo cual no desvela la antigüedad de unas prácticas festivas, en otro tiempo más simples, al son primitivo de la gaita de Caserras y de Arués y de la trompa de Luzás, pero siempre presentes en el homenaje a los patronos de la villa en una sociedad en que éstos presidían cualquier manifestación de vida particular y social. Igual origen alcanzan las ofrendas frutales, y la adaptación de la albada, ese canto de origen amoroso y remoto, al recuerdo fervoroso de los patronos, de los priores, de las autoridades y de cuantos intervienen en la fiesta mayor, como cabezas de la vida colectiva. “Allégrate, San Vicente/ que Carlóns te fa la pllaza/ Batista los cabezudos/ y el Fuses guarda la albahaca”. Cada época ha escrito sus propias letras sobre un ritmo ancestral. Esta mixtificación de la vida y sus necesidades con lo religioso, que tan bien se funden en cualquier manifestación del folklore tradicional, las recoge también Antonio Beltrán en otras muchas localidades a semejanza de Graus. Las caretas y los cabezudos que en las procesiones de las fiestas de Graus escoltan el palio bajo el que avanza el Santo Cristo, son aún propiedad de la Cofradía de San Vicente Ferrer, y aguardan todo el año almacenados en el antiguo carnerario de la iglesia de San Miguel, mudos, cansados, expectantes y eternos.

En 1955 la Cofradía grausina fue invitada a las celebraciones del “V Centenario de la Canonización de San Vicente Ferrer”. El 27 de junio llegaban los representantes de Graus a Segorbe, y hubo que exhibir el Santo Cristo en la parte delantera del autobús para abrir paso ante el enorme gentío que le recibía, coincidiendo tal momento con la llegada del cráneo del santo desde Vannes. Ese 27 de junio y el 28 el Santo Cristo de Graus estuvo en el altar mayor de la Catedral de Valencia y en las procesiones por la ciudad. Lo recuerdan con viva emoción algunos ancianos de nuestra villa, que visitaron el viejo convento de dominicos, donde hubo exposición vicentina, la Basílica y la casa natal del santo, convertida en capilla. Como predijo San Vicente Ferrer el lugar de Graus sigue existiendo, y no es poca cosa pues estuvo a punto de desaparecer bajo las aguas del embalse de Joaquín Costa, cuya presa se finalizó en 1929 en cota más baja de lo inicialmente previsto. Graus mantiene vivas e intensas sus tradiciones vicentinas, y se prepara hoy, tras 600 años, a devolver visita a Colliure, patria de fray Pedro Cerdán, y a Vannes, tumba y descanso de su santo patrón Vicente Ferrer.

JUSTO BROTO SALANOVA. «El Santo Cristo y San Vicente Ferrer, Patronos de Graus». (2013). Parte 4ª. Graus.

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